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domingo, 6 de agosto de 2023

TEOLOGIZANDO

 

TEOLOGIZANDO

Transcribo hoy, a 9 de noviembre del año 2020, una reflexión hecha y transcrita a mi libreta de apuntes espirituales de entonces, concretamente del día jueves 21 de enero de 2010.

Por como empieza, debería responder a reflexión sobre el comportamiento actual de muchos:

“… esta especie de “regresión” a lo más animal del ser humano en esa machacona tendencia a mirarnos/igualarnos en/con especies no evolucionadas y querer identificar/nos con ellos o a ellos con nosotros…;  en ese estado de falta de conciencia responsable, sólo instintiva, de sobrevivencia o supervivencia de la especie…, creo ver el intento de situar al hombre en un estado de imposibilidad relacional con lo divino; lo superior a él; la fuente y principio de sí mismo…

“Es sólo un estado evolucionado de un primate, pero primate al fin”: he aquí el hombre según ese intento machaconamente soberbio de explicar al ser humano; él, sólo él, sin Dios; imposibilitado para una relación de este tipo: lo religioso.

¿De dónde, pues, le vino; de dónde nació esa relación, esa posibilidad?... De sus temores ante lo desconocido…”dicen”.

Pero es que el asunto va mucho más allá  cuando (comienza la Revelación) cuando el hombre es sorprendido por Dios que se le manifiesta y le va mostrando el sentido de su propia existencia iluminando su lectura desde “el principio”, desde los inicios de su andadura humana: Yo, Yo Soy; Yo te he dado el ser; te amo y quiero la vida para ti; escucha y vivirás…

Sigue la “sagrada historia” de la Escritura y la Historia de Salvación, llevada a término por Dios mismo en y por el Hombre-Jesús y la donación de su mismo Espíritu.

Ya, ahora, el hombre sabe quién Es, de dónde viene y a donde va; conoce el camino a la verdad y a la vida; recibe luz y guía si aplica su corazón a escuchar, si sabe inclinarse, acoger, creer y esperar.

Su cortísima andadura individual –la de cada hombre, “único e irrepetible” está encaminada a tal plenitud personal y de Humanidad, como le es desvelada en la Resurrección de Jesús, el Cristo, Hijo de Dios vivo, Señor y Salvador.

Sí, hermosas criaturas “hizo” Dios, dio a luz la Naturaleza desde la sabiduría infinita que la creó. Mas, cuando Dios, el Padre, deseó abrazar al Hijo, nos hizo nacer en El y en El recapitular todas las cosas, ya que todo fue hecho por El y para El.

Dios dio a luz innumerables hijos/hijas y a cada uno llama por su nombre, el suyo y no otro. A cada cual conoce personalmente y a cada uno aguarda para mostrársele tal cual es, sin velos ni menoscabo: “Ven, entra en el gozo…”

Por ello, para no errar y por haber errado ya mucho, nos puso sus pasos por camino y derramó su Espíritu Santo: “Quien me sigue no  andará  en tinieblas sino que tendrá la luz de la Vida”.

 

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