El anciano
me suplica que le de
para comprarse un
refresco, porque està muerto de sed por la tarde DE VERANO.
Le contesto que no llevo dinero, que no
tengo nada para darle
en este momento, mientras ella me esta urgiendo que corra al otro lado de la acera, para coger el bus para ir a misa para lo que tenemos tiempo sobrado.
Dejo tirado
el pobre en la calle
para ir a celebrar el culto religioso.
No he
sabido afrontar la urgència puntual de ella, para atender al necesitado, podia haver vuelto a subir a casa , y bajar dinero para comprarle algo de beber y comer
al lado de casa, aunque después llegara tarde a misa.
Por la
mañana compartiendo con Mercedes salió muy claro que antes es atender al pobre que ir a misa. Luego la oración inspirada que me salió del corazón acabando en llàgrimes, era en
favor del amor universal, en que Jesús nos diera su manera de ver las coses y persones, abriendo nuestros horizontes, considerándonos hermanos
de todo el mundo,
mirada de compasión y
misericòrdia.
Llegué a misa
sintiéndome culpable, pidiendo perdón y deseando que no se repitiera esa situación.
En adelante
quiero sentirme libre para poder atender el
necesitado. Saber improvisar para no depender de un programa.
Se lo he
pedido a ella. Me ha
respondido que ella no
sabe improvisar y que la culpo a ella de la falta de libertad, y se ha ofendido.
Yo vivo
dependiendo de ella sin
poder actuar por mi cuenta,
y esa es mi pobreza, y su pobreza es esa esclavitud de la programación.
Ambos con
nuestras pobrezas nos hemos presentado ante el Señor, el de nuevo nos acoge, nos perdona, nos consuela, y se nos da.