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jueves, 21 de enero de 2016

Altura de miras


Hazme dócil Señor a tu palabra a tu mensaje que no sea mi boca la que hable sino mi corazón quien sienta y diga, y profundice en lo que necesita ser cambiado en mí, que quien me vea reconozca esa pobreza de mi corazón, ese desprendimiento total, esa generosidad en el servicio.

En el comedor social algunos beneficiarios se han vuelto muy señoritos, porque rechazan lo que no les gusta, y exigen lo que les gusta, estos pues razonen y vean que detrás vienen otros con más necesidades y que acogen lo que se les da con más gratitud, pero que sepan que no por eso se les va a excluir.

Porque no solo de pan vive el hombre, otro en cambio dice si otro viene en mi lugar se lo cedo si piden es por necesidad.

Los que vienen nos van a cambiar con su pobreza, con sus manifestaciones, con sus proyectos con su manera de ser, con la aceptación de lo que se les ofrezca.

La gente viene con el dolor de tener que abandonar su tierra, con el sufrimiento de sentirse rechazados, con las perdidas familiares i gente querida por el camino del exilio, y de nosotros ¿qué pueden recibir? La sanación del Señor en los afectos sentimientos moral dañadas.

La oración de sanación interior la podemos hacer con oración en lenguas, con una caricia, con un beso, con una palabra de ánimo, acompañando con un silencio, de muchas maneras podemos sanar dolores que lleva la gente dentro, y cuando se sanan la protesta, la crítica, el desprecio, el menosprecio incluso de las ayudas, todo esto desaparece porque cuando la persona se siente apreciada es agradecida con quien le aprecia y le da, no como limosna sino como gesto de amistad.

Ahí está nuestra labor, si el Señor a mí me cambia y lo reconozco, creo que los otros son susceptibles de estos cambios. Ante esta reflexión sobre la situación que estamos viviendo, propongo un canto de gratitud, alabanza para responder al amor de Dios y preparación para escuchar la Palabra de Dios.

Pablo y Silas buscando a quien comunicar el evangelio tres sábados fueron a la sinagoga de Tesalónica para dar a conocer a Cristo, también nosotros podemos convocar a lugares de reunión cristiana para comunicar el conocimiento de Cristo, su salvación, la dignidad a la que estamos llamados, como Cristo muriendo en la cruz perdonó y nos salvó al resucitar, nos ofrece la gran esperanza nos ofrece un porvenir que no podíamos ni soñar previamente.

Hemos de saber comunicar esto, que no es una huida del mundo, no nos desentendemos de este mundo porque tenemos la esperanza de la vida eterna, porque la esperanza de vida eterna es consecuencia de la purificación y dignidad que hayamos logrado en esta vida; y si no tenemos en cuenta eso es vana nuestra fe, ya previsto por Pablo.

Si no sabemos morir a nuestros caprichos, si no sabemos morir a nosotros mismos, a nuestro orgullo, a nuestra prepotencia, al darnos importancia al hacernos ver, a estar más presentes en la sociedad a ser bien considerados, hemos de saber morir a esto , a nuestras riquezas a, saber vivir en nuestra pobreza, saber vivir escondidos en el corazón de Cristo y no pavonearnos delante del mundo, a esta muerte y dignidad es a la que Cristo nos llama, como Pablo os anuncio saber morir en Cristo, saber perdonar las ofensas que nos han hecho , no echar en cara nada a nadie de lo que hace, no mal juzgar a nadie porque todo esto es nuestro amor propio, nuestra personalidad humana, pero no es la cristiana que Cristo quiere. Morir y perdonar como Cristo y en ello está nuestra resurrección nuestra liberación, porque la liberación del Señor por la muerte y resurrección de Cristo nos llega ya ahora, en esta tierra.

Nosotros progresamos espiritualmente, crecemos espiritualmente gracias a la resurrección de Cristo y gracias a las gracias que Él nos da y al Espíritu que nos ofrece en el Pentecostés que hemos recibido, por la misericordia y fidelidad de Cristo.

Hay un camino a hacer en cada uno de nosotros un camino de saber ser pequeños como niños como nos dijo Jesús, y el niño no juzga, aprende, admira, se admira de las cosas, goza de lo que vive, hemos de ser semejantes a él, con esta simplicidad y sencillez, limpiando nuestro corazón y nuestra mente.

El papa Francisco con el Vaticano ya ha empezado a dar ejemplo en esta línea, ha escogido un camino de libertad, siempre come acompañado. Empecemos a dar, sin parar.

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