Así
comienza un escrito que leo en una de mis libretas, datado el 12 de Junio de
2007 y que acierto a releer el 23 de septiembre de 2019, -día en el que
comienza el Otoño- y que ha venido como a poner en claro, a alumbrar, lo que
interiormente ahora, muy a menudo, me inquieta. Y dice así:
Yo soy
mi ser y mi existir. Mi ser y mi existir es mi espíritu.
El
alma, mi alma; el cuerpo, mi cuerpo, son la expresión, los sentimientos,
recuerdos,…, visibilidad. Ellos son los que tienen vaivenes, cargas, heridas,
tensiones, dolores…
Pero yo
soy mi ser y mi existir que queda libre de los acaeceres de mi alma y de mi
cuerpo cuando, en mí, mi espíritu entendido como mi corazón bíblico, lo más
profundo de mí, soy habitada, guiada,
confortada, salvada, por EL QUE ES, por su Espíritu.
Aquí,
en mi espíritu, sucede la salvación y la resurrección, anticipo y profecía de
las definitivas, cuando ya, ni alma ni cuerpo,
puedan afectarme negativamente en mi ser y en mi existir, sino que
ellos, alma y cuerpo, libres y sanos, salvos ya también, me acompañen
armoniosamente.
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Esta
¿luz? He recibido esta mañana cuando al salir a andar me sentía apesadumbrada
por algo de lo hablado ayer en el grupo comunitario y yo me decía : ¿pero dónde
estoy yo? ¿Quién soy yo? Por qué hoy, luego, de tanto en tanto, me siento
afectada y distinta, disgustada y angustiada, insegura, tambaleada? ¿Qué soy.
Yo soy
mi ser y mi existir. Lo tambaleado, es mi alma en mi cuerpo mortal.
Yo
invoco y yo acojo, Señor, tu Salvación, para que en mi alma en mi cuerpo, sea
liberada yo, yo, mi ser y mi existir. Y así yo pueda darte gracias, alabarte y
alegrarme en Ti.
Así, es
como experimentarme, saberme LIBRE. Sí que mi cuerpo me pesa, o me duele, o
envejece; sí que mi alma me abruma, me carga…, pero yo soy libre en Ti, Jesús,
Señor, en tu Salvación, por tu Espíritu.
Uno de
los textos de hoy acaba: “…el que nos confirma, el que nos ungió, es DIOS, el
cual también nos ha sellado y nos ha dado las arras del Espíritu en nuestros
corazones* (2ªCor.1,21-22) * = lo
profundo, lo genuino del ser, mi yo, el yo.
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Al día
siguiente voy recordando y revivo esta experiencia de ser yo mi ser y mi
existir. Y de golpe, esta mañana en la Eucaristía de la Catedral, me ha venido
el salmo 42, 5 y 11: “¿por qué te abates alma mía y te turbas dentro de mí?
Espera en Dios…”
En este
Salmo ¡el yo le habla a su alma!. Y no es el único: el 43,5, el 103, 1 y 2.
Como
confirmándome y esta experiencia y crea yo y vea que no es error.
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