consiste en suplicar sin descanso por La Columna del
#CoronelPakez 18 septiembre 2019
Uno siempre parte del famoso: "Sin Mí no podéis hacer
nada", porque le parece tan divino como humano, tan elevado como de puro
sentido común.
Si, como dice San Pablo, "en Dios vivimos, nos movemos
y existimos", lo que sigue racionalmente a esto es que sin Él no podemos
nada: no podemos respirar, digerir, gustar, hablar, oír... Vivir en una
palabra.
Y también sigue que nuestra radical indigencia e impotencia
–"Yo soy el Todo y tú eres nada", le dijo el Señor a una santa– nos
impide cualquier progreso hacia la santidad. Ser santos es, pues, imposible
para nuestra naturaleza humana, débil y caída.
Sin embargo, las llamadas de Jesucristo a "entrar por
la puerta estrecha", "a arrebatar con violencia el Reino de los
Cielos", a hacer "fructificar los talentos recibidos"... Todo
eso, si lo pide, es porque nos lo puede dar y quiere darlo. En abundancia:
"una medida colmada, remecida, rebosante"; "ni el ojo vio, ni el
oído oyó, lo que Dios tiene preparado para los que le aman". Amar a Dios
es ser santo. Punto. No hay más.
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