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domingo, 29 de septiembre de 2019

El combate espiritual



consiste en suplicar sin descanso por La Columna del #CoronelPakez 18 septiembre 2019
Uno siempre parte del famoso: "Sin Mí no podéis hacer nada", porque le parece tan divino como humano, tan elevado como de puro sentido común.

Si, como dice San Pablo, "en Dios vivimos, nos movemos y existimos", lo que sigue racionalmente a esto es que sin Él no podemos nada: no podemos respirar, digerir, gustar, hablar, oír... Vivir en una palabra.

Y también sigue que nuestra radical indigencia e impotencia –"Yo soy el Todo y tú eres nada", le dijo el Señor a una santa– nos impide cualquier progreso hacia la santidad. Ser santos es, pues, imposible para nuestra naturaleza humana, débil y caída.

Sin embargo, las llamadas de Jesucristo a "entrar por la puerta estrecha", "a arrebatar con violencia el Reino de los Cielos", a hacer "fructificar los talentos recibidos"... Todo eso, si lo pide, es porque nos lo puede dar y quiere darlo. En abundancia: "una medida colmada, remecida, rebosante"; "ni el ojo vio, ni el oído oyó, lo que Dios tiene preparado para los que le aman". Amar a Dios es ser santo. Punto. No hay más.

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