Archivo del blog

sábado, 18 de mayo de 2024

Testimonios de oración en familia

 Hans Urs Von Balthasar, uno de los mayores teólogos del siglo XX, contó en una ocasión lo siguiente: "En casa, nada de piedad expansiva y solemne; solo cada día el rezo del rosario en común, pero es una cosa que recuerdo claramente y que recordaré mientras viva... Yo iba aprendiendo que hace falta hablar con Dios despacio, seria y delicadamente. Es curioso cómo me acuerdo de la postura de mi padre. Él, que por sus trabajos en el campo o por el acarreo de madera siempre estaba cansado, que no se avergonzaba de manifestarlo al volver a casa; después de cenar, se arrodillaba, los codos sobre la silla, la frente entre sus manos, sin mirar a sus hijos, sin un movimiento, sin impacientarse. Y yo pensaba: 'Mi padre, que es tan valiente, que es insensible ante la mala suerte y no se inmuta ante el alcalde, los ricos y los malos, ahora se hace un niño pequeño ante Dios. ¡Cómo cambia para hablar con Dios! Debe de ser muy grande Dios para que mi padre se arrodille ante Él, y también muy bueno para que se ponga a hablarle sin mudarse de ropa'. "En cambio, a mi madre nunca la vi de rodillas. Demasiado cansada, se sentaba en medio, el más pequeño en sus brazos, su vestido negro hasta los tacones, sus hermosos cabellos caídos sobre el cuello, y todos nosotros a su alrededor, muy cerquita de ella. Musitaba las oraciones de punta a cabo, sin perder una sílaba, todo en voz baja. Lo más curioso es que no paraba de mirarnos, uno tras otro, una mirada para uno, más larga para los pequeños. Nos miraba, pero no decía nada. Nunca, aunque los pequeños enredasen o hablasen en voz baja, aunque la tormenta cayese sobre la casa, aunque el gato volcase algún puchero. Y yo pensaba: 'Debe de ser sencillo Dios, cuando se le puede hablar teniendo un niño en brazos y en delantal. Y debe de ser una persona muy importante para que mi madre no haga caso ni del gato ni de la tormenta'." Y, a pesar de ser tan gran teólogo, concluye: "Las manos de mi padre, los labios de mi madre me enseñaron de Dios más que mi catecismo"9. Y, por último, no puedo evitar dejar el testimonio de un amigo mío. Rezaba todas las noches el Rosario (y otras oraciones) con su mujer y sus hijos. Y yo, conociendo más la familia, terminé por decirle un día: "J., tú tienes una de las cuatro mil mejores familias de España". Y él no respondió modestamente, quitándole importancia; en lugar de eso, me contestó convencido: "Sí, Miguel, pero es que se lo debo a la oración".

No hay comentarios: