A
menudo, casi habitualmente, vivimos como “miserables” sin apreciar los dones
con que el Señor nos ha equipado para la “VIDA NUEVA”, esto es, los DONES
SANTIFICANTES DEL ESPIRITU SANTO. Y esto, es como despreciar los regalos de
Dios.
Con frecuencia, la parábola de los TALENTOS la
consideramos sólo como el dar frutos de servicio desde nuestras propias
capacidades humanas, naturales. También es cierto, pero estos frutos no serían
buenos sino arrancan de una vida cada vez más purificada y santificada por el
Espíritu Santo.
Por
eso, la primera interpretación y atención, con relación a los talentos, sería
en relación con los DONES SANTIFICANTES DEL ESPIRITU SANTO:
. Sabiduría
. Ciencia (o Inteligencia)
. Consejo
. Fortaleza (o poder)
. Conocimiento
. Temor de Dios
Según
Isaías 11, 2
Y los
FRUTOS de estos dones son: Prudencia
Justicia
Fortaleza
Templanza
Estos
son los dones que actúan en el cristiano para que su estilo de vida sea nuevo y
atraiga a otros hacia Dios.
¿Cómo
vamos a testimoniar de la Vida Nueva en Cristo por el Espíritu Santo, si nos
ven dar los mismos frutos de desconcierto, de tristeza…, los mismos criterios y
discernimientos equivocados, que no dan buen fruto, que aquéllos que no viven
del Espíritu de Dios?
Sí,
hemos de aceptar que estamos expuestos al error, a equivocarnos, porque somos
complejos y difícilmente nos conocemos del todo y nuestro actuar puede estar a
menudo mezclado de buenos y erróneos criterios, pero no por eso debemos
“ENTERRAR LOS DONES”, “los TALENTOS” sino contar con ellos y dar el fruto posible:
“unos el 10, otros el 30, otros el 50…” como bien dice el mismo Señor.
Vivamos
conscientes de la auténtica maravilla y grandeza de la vida cristiana.
Cristo,
por su Espíritu, está entre nosotros, con nosotros, en nosotros.
No
vivimos solos, Él está a nuestro lado, El es el Señor y todo lo suyo ha venido
a ser nuestro, nos lo ha dado, así como todo lo del Padre es suyo.
¿Es
demasiado grande, no acabamos de creérnoslo?:
Pidamos
fe, deseemos vivir de fe, crecer y madurar en la vida de fe que es depender de
Dios, creérnoslo, fiarnos de El y sus promesas, obedientes a Dios, abandonados
a su amor que nos guía, nos guarda, nos ilumina…
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