Pocos van al
matrimonio con la certeza de que han acertado en la elección para su proyecto
de vida, con todo,el tiempo pasa y es necesario dar el paso.
En muchas
parejas, dada la actual mezcla de culturas y civilizaciones, surgen en la
convivencia las discrepancias en la manera de entender la vida, e incluso el
proyecto en común, que lo hacen inviable, en la programación de la familia, en
la relación íntima de la pareja cuando uno de los dos rechaza esta relación,
por temores, aprensiones o conciencia mal formada considerando todo placer
deshonesto, o imposibilitando un control de natalidad viable.
Las capacidades
del hombre o de la mujer para llevar adelante el proyecto, fallan en muchas
ocasiones, tal que uno llega a ser un verdadero obstáculo para el desarrollo
correcto de su pareja, en este caso se
da un menosprecio a la dignidad del otro, y una ofensa a sus derechos como
persona, se anula la iniciativa de uno de los dos, i se produce una dependencia
servil, los sentimientos de aprecio i amor mutuo quedan ahogados, i se
desarrollan sospechas, malas interpretaciones
del hacer de la pareja, reproches, discusiones y agresiones, como
consecuencia mal rendimiento en el trabajo, e incluso la expulsión, y así cae
todo el peso de la economía familiar sobre el cónyuge, se añade en ocasiones
dependencias de sustancias tóxicas , que perturban la mente impidiendo buenos
discernimientos.
O se produce por
parte de uno de los dos una vida heroica, o uno acaba desquiciado.
Es entonces cuando,
si se produce la separación, ambas partes quedan beneficiadas, y si hay hijos
por medio también ellos.
Cada uno acomoda
su vida al desarrollo de su propia personalidad sin los obstáculos de la vida
de pareja, asumiendo las responsabilidades que haya dejado la anterior vida de
pareja.
También la
afectividad es un aspecto importante en el desarrollo y evolución de la persona
a la que no podemos renunciar sin ser infieles a nosotros mismos; por esto la
opción de nueva pareja con la que la convivencia e intimidad sean fluidas, es
un derecho a asumir, por el solo motivo de preservar la salud psíquica y
emocional, y mantener la vertiente socializadora de la persona.
La soledad y el
aislamiento encierran la persona en si misma, cosa que ni el mismo Dios quiere
a no ser que, este lo llame a una vocación especial aportándole las
características que requiere.
Así pues es bueno
que la Iglesia cristiana considere estas
situaciones para atenderlos
pastoralmente.
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