El pasado 7 de octubre DE 2023 comenzó una
escalada de violencia con el lanzamiento de cohetes por Hamás contra Israel y
con una operación sin precedentes de sus combatientes contra el sur de Israel.
Por su parte, Israel respondió bombardeando cientos de objetivos en la franja
de Gaza. Amnistía Internacional ha recordado que atacar deliberadamente a
civiles, llevar a cabo ataques desproporcionados y ataques indiscriminados que
causan la muerte o hieren a civiles son crímenes de guerra. Para más
información en nuestra sección de Noticias.
Tanto en Israel como en la franja de Gaza y en
los Territorios Palestinos Ocupados es necesario proteger a la población civil
y que ninguna violación de los derechos humanos quede impune, algo que hasta
ahora no ha sucedido.
El caso de Israel encierra una triste
paradoja. Por un lado, el Estado de Israel existe porque una resolución de
Naciones Unidas le concede el derecho de existir. Es el primer Estado moderno
creado de esta manera. Por el otro, el Estado de Israel no deja de vulnerar
sistemáticamente todas y cada una de las resoluciones de esa misma organización
que le dio la vida y que le reconoció la legitimidad de su existencia.
Israel representa a un pueblo que sufrió en
sus carnes unos crímenes atroces. Años después es responsable de vulneraciones
constantes del derecho internacional y de un sometimiento, represión y opresión
constitutivos de crímenes de guerra contra otro pueblo marginado y repudiado:
el palestino.
Activistas reclamando la coexistencia y el fin
de la violencia en medio de los enfrentamientos entre Israel y Gaza, el 19 de
mayo de 2021.
Clave 1: La creación del Estado de Israel y
el problema demográfico
El sionismo es un movimiento nacionalista que
persigue la creación de un Estado judío y democrático en la Tierra Prometida
del judaísmo, localizada en la Palestina histórica. Movidos por razones
económicas, nacional-religiosas y humanitarias, los judíos comenzaron a emigrar
hacia esta Tierra Prometida en 1881. La primera oleada judía a gran escala tuvo
lugar en la década de 1930, en pleno Mandato Británico, como consecuencia de la
persecución nazi.
Con el paso de los años, las comunidades
judías asentadas en la Palestina histórica fueron creciendo y, con ello,
aumentaron los enfrentamientos entre los palestinos que reivindicaban la
independencia y los judíos que consideraban ese territorio como propio. Ante
este panorama, el Reino Unido acudió a Naciones Unidas en 1947, que emitió la
Resolución 181 (II). Esta resolución dividió la región en dos Estados: uno
árabe y otro judío. A este último se le asignó el 54% del territorio. A
Jerusalén, ciudad clave para ambas culturas, se le asignó un estatus de “corpus
separatum” bajo un régimen internacional.
Israel contra el pueblo palestino
Miembros de la minoría árabe de Israel
participan en una manifestación para conmemorar la "Nakba". Tras la
guerra de independencia de Israel en 1948, más de la mitad de la población
árabe fue expulsada o huyó del territorio. © REUTERS/Ammar Awad
Clave 2: Las Guerras de 1948 y 1967
En 1948, Israel ganó la Guerra de la
Independencia y pasó a ocupar el 77% del territorio, incluido el oeste de
Jerusalén. Bajo dominio egipcio quedó la Franja de Gaza y bajo dominio jordano,
Cisjordania (incluido Jerusalén Este).
Por un lado, Israel considera que las
potencias árabes buscaban destruir el recién creado Estado de Israel. Algunos
historiadores críticos consideran que las potencias árabes intervinieron para
proteger a la población palestina, que ya antes de la independencia de Israel
sufrió desplazamientos mediante planes de conquista militar israelíes como el
Plan Dalet. Otros consideran que las potencias árabes vieron en el plan de
partición de la ONU una nueva muestra de colonialismo occidental.
Conflicto Palestino-Israelí: Recogemos pruebas
para que los responsables de ests crímenes de guerra respondn ante la justicia.
ÚNETE
Para los palestinos esta guerra fue la
"Nakba" (desastre o catástrofe). Más de la mitad de la población
árabe fue expulsada o huyó del territorio. Otras fuentes de Naciones Unidas
hablan incluso del 85%. Entre 700.000 y 750.000 palestinos y palestinas fueron
expulsados de sus hogares, perdieron sus tierras y se convirtieron en
refugiados en países árabes vecinos, o desplazados en Gaza y Cisjordania. Esta
categoría jurídica se extendió a sus descendientes y, más de 70 años después,
la cifra de personas refugiadas supera los cinco millones. Se trata de la
población refugiada más antigua de la historia moderna y uno de los principales
focos de debate del conflicto, ya que la Resolución 194 de la ONU, de 1948,
reconoce el derecho de retorno e indemnización de las personas refugiadas
palestinas de aquel conflicto. Y también se lo reconoce a sus descendientes.
Setenta y tres años después, la resolución sigue sin cumplirse.
Años más tarde, en 1967, tras la Guerra de los
Seis Días, Israel pasó a ocupar la totalidad de Gaza y Cisjordania, generando
un nuevo éxodo de palestinos de aproximadamente medio millón de personas. Esta
guerra es el comienzo oficial de una ocupación y colonización a través de los
asentamientos ilegales de los Territorios Palestinos Ocupados que dura ya más
de 50 años.
¿Qué está pasando entre Palestina e Israel?Un
hombre habla con soldados israelíes durante una protesta palestina contra las
marchas planeadas por los colonos judíos cerca de Hebrón, en la Cisjordania
ocupada por Israel. © REUTERS/Mussa Qawasma
Clave 3: Jerusalén Este
Una de las grandes polémicas en este conflicto
es Jerusalén Este. Su importancia reside en la Ciudad Vieja, que alberga
santuarios de suma importancia para tres religiones: islamismo, judaísmo y
cristianismo. Además, fue uno de los epicentros de la escalada del conflicto de
mayo de 2021.
Para los palestinos, Jerusalén Este es la
capital de un Estado libre palestino. Para los israelíes, Jerusalén es su
legítima capital. PUna sección del muro que separa el campo de refugiados de
Shuafat (R), en Cisjordania, cerca de Jerusalén, y Pisgat Zeev (detrás), una
zona que Israel anexionó tras la guerra de 1967. © REUTERS/Ammar Awad
Clave 4: Los Acuerdos de Oslo y Camp David
Los Acuerdos de Oslo, firmados en 1993, se
enmarcan en un proceso de paz que comenzó en Madrid en 1991. En esta época se
produjo el reconocimiento del Estado de Palestina por la ONU y la primera
intifada palestina contra la ocupación. Los Acuerdos preveían cinco años para
alcanzar un acuerdo de paz permanente, pero no se consiguió. En el año 2000 se
intentó de nuevo con los Acuerdos de Camp David. Pero tampoco se logró. No hubo
acuerdo ni en el retorno de las personas refugiadas, ni en el estatuto de Jerusalén,
ni en los ajustes territoriales ni en las cuestiones de seguridad israelíes.
En los Acuerdos de Oslo no se reconoció la
totalidad de Cisjordania como región autónoma palestina y la fragmentaron en
tres zonas:
Zona A: bajo control civil y militar de la
Autoridad Nacional Palestina.
Zona B: bajo control civil palestino pero bajo
control militar palestino-israelí.
Zona C: bajo control civil y militar israelí.
Cuando se escucha hablar de la Cisjordania ocupada, normalmente se hace
referencia a esta última zona, aunque también hay áreas de la segunda zona.
De las tres zonas, la zona A es la menor. En
ella, al igual que en la zona B, están las principales ciudades, campos de refugiados
y pueblos palestinos, que suponen alrededor del 95% de la población, pero solo
el 40% de las tierras.
La zona C, bajo control civil y militar
israelí, comprende el 60% restante de las tierras de Cisjordania, incluidas
todas las reservas de tierras y todas las carreteras principales, pero es
inaccesible en su mayor parte para la población palestina. Los recursos clave
para la vida, como el agua o saneamiento, pasan o están en esta tercera zona.
Además, desde 2002, Israel ha levantado toda
una serie de muros, bloqueos, puestos fronterizos y de cruce y zonas
restringidas para separar las zonas y el conjunto de Cisjordania de Israel. Los
llamados muros tienen un doble objetivo: facilitar los trayectos y las
comunicaciones entre los asentamientos de los colonos israelíes y torpedear la
libertad de movimiento de la población palestina, aislándola en las dos
primeras zonas, sin que puedan tener apenas acceso a nada más.
Israel y Palestina, ¿cuáles son los motivos
del conflicto?Un niño israelí mira la metralla en un aparcamiento de la ciudad
de Sderot, en el sur de Israel, después de que un cohete disparado desde la
Franja de Gaza cayera en la ciudad el 21 de abril de 2014. © REUTERS/Amir Cohen
Clave 5: Gaza, la cárcel más grande del
mundo
Gaza es la prisión más grande de la tierra.
Según el propio Antonio Guterres, Secretario General de Naciones Unidas, es “el
infierno en la tierra”. Una de las regiones donde la situación humanitaria es
extremadamente preocupante y donde viven 1,6 millones de personas, de las
cuales, más de la mitad son menores. Gaza es uno de los lugares más densamente
poblados del mundo.
El 38% de la población vive en situación de
pobreza. El 54% de los habitantes padecen inseguridad alimentaria y más del 75%
son beneficiarios de ayuda. El 35% de las tierras agrícolas y el 85% de sus
aguas de pesca son total o parcialmente inaccesibles debido a las medidas
militares israelíes. Cada día se vierten en el mar entre 50 y 80 millones de
litros de aguas residuales parcialmente tratadas. Más del 90% del agua del
acuífero de Gaza no es potable. Alrededor de un tercio de los artículos de la
lista de medicamentos esenciales están agotados.
Y podríamos seguir. Está bloqueada desde 2007
por orden de Israel y miles de personas arriesgan sus vidas contrabandeando
mercancías con la frontera de Egipto como consecuencia de las restricciones
israelíes. La población de Gaza se encuentra aislada del resto de territorios
palestinos. Durante los años que dura ya el bloqueo, muchos de sus residentes
nunca han tenido la oportunidad de salir del territorio.
“En Gaza, el 38% de la población vive en
situación de pobreza. El 54% de los habitantes padecen inseguridad alimentaria
y más del 75% son beneficiarios de ayuda. El 35% de las tierras agrícolas y el
85% de sus aguas de pesca son total o parcialmente inaccesibles. Más del 90%
del agua del acuífero de Gaza no es potable. Y alrededor de un tercio de los
artículos de la lista de medicamentos esenciales están agotados. ”
La población de Gaza está integrada en su
mayoría por personas palestinas que fueron expulsadas por la fuerza de sus
hogares y sus tierras desde 1948 en adelante, así como por sus descendientes.
Solo pudieron permanecer dentro de Israel, en muchos casos, como personas
desplazadas, unas 150.000, el 15% de la población, que en 1952 accedieron a la
ciudadanía. Estas personas y sus descendientes son los llamados
"árabes-israelíes" y actualmente suponen el 20% de la población.
Desde el año 2007, Gaza está gobernada de
facto por Hamás, una organización terrorista según múltiples países e
instituciones internacionales, incluida la Unión Europea. Cabría preguntarse,
por tanto, si la comunidad internacional, con su letargo y pasividad, es
responsable de que una organización terrorista sea uno de los principales, por
no decir principal actor en la defensa del pueblo palestino. Más aún si tenemos
en cuenta que Hamás tampoco tiene especial reparo en utilizar a los propios
palestinos como escudos humanos.
En el año 2018 tuvo lugar la Gran Marcha del
Retorno, una serie de protestas en la Franja que a lo largo de la valla
reivindicaban el derecho de retorno a sus hogares de Cisjordania de las
personas desplazadas en Gaza y refugiadas en otros países vecinos. Las
protestas se saldaron con una brutal represión israelí, que dejó centenares de
personas muertas y miles de heridas.
Historia del conflicto palestino-israelí:Una
mujer palestina recoge sus pertenencias después de que las fuerzas israelíes
demolieran su casa cerca de Hebrón, en la Cisjordania ocupada por Israel, el 17
de junio de 2021. © REUTERS/Mussa Qawasma
Clave 6: La política de demoliciones y
destrucciones
Hay dos leyes clave en la política de
desalojos en Jerusalén Este: la Ley de Bienes Ausentes de 1950 y la Ley de
Asuntos Legales y Administrativos de 1970.
La primera prohíbe a la población palestina
reclamar las propiedades que perdieron durante el conflicto de 1948. No pueden
reclamarlas ni quienes fueron expulsados fuera de las fronteras ni aquellos
reubicados dentro de Cisjordania, concretamente en Jerusalén Este, como es el
caso de los residentes de Sheikh Jarrah o de Silwan.
La segunda permite exclusivamente a los judíos
reivindicar tierras y propiedades supuestamente propiedad de judíos en
Jerusalén Este antes del establecimiento del Estado de Israel en 1948. Esta Ley
de 1970 ha permitido que entidades judías con un estatuto jurídico poco claro
se apropiaran de diferentes barrios de Jerusalén Este, incluido Sheikh Jarrah.
Estas entidades después vendieron los derechos de propiedad o transfirieron su
gestión a organizaciones de colonos que no tienen vínculos con los supuestos propietarios
judíos originales. Finalmente, estas organizaciones de colonos han presentado
demandas de desalojo contra los palestinos residentes en dichas propiedades.
Los palestinos, por su parte, no pueden reclamarlas ni disponer de una ley
similar porque la Ley de 1950 se lo prohíbe. Es una trampa jurídica perfecta
que básicamente permite a los judíos reclamar propiedades que perdieron durante
la guerra de 1948, mientras se lo prohíbe a los palestinos .
La política de desalojos forzosos y
destrucción de propiedades se lleva a cabo también en el resto de Cisjordania,
pero con otro pretexto. En lugar de aplicar leyes, aplica ordenanzas militares,
como la 1797 o la 1252. La primera sirve para demoler estructuras palestinas
con un aviso previo de 96 horas, limitando el margen y posibilidades de los
palestinos de reclamar nada. La segunda se utiliza para confiscar sin previo
aviso “estructuras móviles” dentro de los 90 días siguientes a su construcción.
Los asentamientos ilegales de colonos israelíes avisan al Gobierno rápidamente
en cuanto ven una estructura palestina nueva, y entonces la administración
israelí se moviliza mediante estas órdenes militares. Las estructuras
palestinas demolidas o confiscadas son residencias, centros de saneamiento o
higiene, centros sanitarios, refugios o instalaciones de abastecimiento de
agua.
El círculo de la política de desalojos y
destrucciones se cierra también en Cisjordania con la catalogación de “zonas de
tiro” para entrenamiento militar. Desde 1970, Israel ha declarado que el 18% de
Cisjordania únicamente sirve para entrenamiento militar, por lo que es
peligroso vivir allí y en consecuencia nadie puede hacerlo. Casualmente, esas
zonas de tiro abarcan zonas estratégicas por los recursos que alberga y/o son
zonas en las que viven (o vivían) comunidades palestinas especialmente
vulnerables que carecían de acceso a sanidad, electricidad, educación o agua.
Origen y desarrollo del conflicto entre
Palestina e Israel:Vista aérea del asentamiento judío de Maale Adumim en la
Cisjordania ocupada por Israel, el 29 de junio de 2020. Imagen tomada con un
dron. © REUTERS/Ilan Rosenberg
Clave 7: La política de asentamientos
Los asentamientos llevan extendiéndose desde
la Guerra de 1967. Se distinguen dos tipos: los asentamientos oficiales, que
cuentan con "autorización oficial" del Gobierno, y los puestos
avanzados, que no cuentan con ella.
Los asentamientos, protegidos por toda la
infraestructura relacionada con los Muros de Cisjordania, y comunicados entre
sí por carreteras únicamente accesibles para los colonos, son además un
importante foco de violencia para la población palestina.
Los colonos que viven en los asentamientos
oficiales (e ilegales) escogen vivir ahí por motivos más prácticos que
ideológicos, basados en la buena calidad de vida que ahí pueden obtener. La
inversión y el grado de desarrollo de los asentamientos es tal que han llegado
para quedarse, sin que haya indicios de que vayan a desaparecer a medio o largo
plazo.
Por su parte, los colonos residentes en los
puestos avanzados se mueven por motivos ideológicos. Consideran ese terreno
legítimamente ganado en 1967, habiéndose instalado en tierras deshabitadas que
les pertenecen por derecho y mandato divino e histórico. El terreno es suyo
porque lo dice la Torá. Todo lo demás, no importa. Y por ello consideran
legítima y necesaria la violencia que ejercen contra las personas palestinas
alrededor de los asentamientos.
Guía del conflicto palestino-israelí:Varias
personas pasan por delante de un edificio destruido por los ataques aéreos
israelíes mientras participan en una protesta en la Ciudad Vieja de Jerusalén
Este y sus alrededores, en el norte de la Franja de Gaza, el 15 de junio de
2021. © REUTERS/Mohammed Salem
Clave 8. La impunidad
El Consejo de Seguridad y otros órganos de
Naciones Unidas han emitido toda una serie de resoluciones y decisiones, además
de las ya citadas en este artículo, respecto a los asentamientos, la anexión de
Jerusalén Este, de los Altos del Golán sirio o la anexión de facto de
Cisjordania mediante la confiscación de tierras y sus crecientes actividades de
asentamiento, así como respecto a la ocupación y a los constantes
incumplimientos por parte de Israel de todas estas resoluciones.
Israel solo ha cumplido totalmente el 0’5% de
las resoluciones en materia de derechos humanos que se le han presentado, y ha
habido muchas.
El principal problema del mundo moderno no es
la falta de leyes, sino la ausencia de voluntad política. Como dijo el
Secretario General Antonio Guterres “no puede haber paz sin justicia, ni
justicia si prevalece la impunidad”, ni tampoco puede haber paz si no se
respeta el derecho internacional.
Por lo tanto, el fin de la impunidad de Israel
solo pasa por una clara voluntad política de la comunidad internacional que
implique la rendición de cuentas y el fin de la cultura de la excepcionalidad.
Se han pronunciado al respecto la Asamblea General, el Consejo de Derechos
Humanos, el Alto Comisionado para los Derecho Humanos o el propio Secretario
General, pero la comunidad internacional, que dispone de una serie de medidas
para apremiar la rendición de cuentas, no hacen valer lo que sus propias leyes,
decisiones y obligaciones humanitarias vinculantes les apremian a hacer. Sin
una intervención decisiva de la comunidad internacional, el status quo de la
ocupación puede mantenerse indefinidamente como consecuencia de los grandes
desequilibrios de poder.
Es cierto que durante los últimos dos años
parece que el paradigma internacional va cambiando un poco, pero el proceso de
reconocimiento internacional de los crímenes de Israel sigue siendo demasiado
lento y continúa con más sombras que luces en un contexto que siempre favorece
al país judío.Descárgate nuestro informe:
EL APARTHEID ISRAELÍ CONTRA LA POBLACIÓN
PALESTINA. CRUEL SISTEMA DE DOMINACIÓN Y CRIMEN DE LESA HUMANIDAD
Por un lado, la Corte Penal Internacional ha
abierto una histórica investigación de presuntos crímenes de guerra en Gaza
durante el conflicto de 2014. No obstante, tras un llamamiento diplomático de
Israel, varios países como Canadá, Hungría, Australia o Alemania, entre otros,
se movilizaron para cuestionar dicha jurisdicción. También lo ha hecho Estados
Unidos, que no se ha adherido al Estatuto de Roma y,por lo tanto, la Corte
Penal Internacional no tiene jurisdicción en su territorio.
Por su parte, tras el conflicto armado de mayo
de 2021, Naciones Unidas anunció una comisión internacional de investigación
sobre las presuntas violaciones tanto del derecho internacional humanitario
como del derecho internacional de los derechos humanos en la región desde abril
del mismo año. Las conclusiones de dicha investigación son claras: Israel debe
poner fin a la ocupación y discriminación contra la población palestina. Tal es
el poco respeto que Israel siente por el orden y derecho internacional que la
propia Comisión afirma que Israel está demostrando que no tiene ninguna
intención de acabar con dicha ocupación.
El apartheid de Israel sobre la población
palestina es un crimen contra la humanidad. No tiene cabida en un mundo que
defiende la igualdad. Para defender los DDHH debemos acabar con el régimen de
apartheid #IsraelFinAlApartheid
Israel, y los defensores de sus políticas
presentes en la mayor parte de los países, acuden constantemente a la narrativa
del antisemitismo para tratar de deslegitimar cualquier denuncia o crítica de
las acciones del país judío. Resulta paradójico que, para defenderse, las
autoridades israelíes acudan a un discurso en el que presentan al país como una
democracia imperfecta pero abierta a las críticas, mientras que, al mismo
tiempo, cualquier denuncia de vulneraciones graves de derechos humanos y del
derecho internacional es considerada un acto de antisemitismo.
De hecho, esta fue la reacción ante otro
movimiento histórico de Naciones Unidas: Michael Lynk, relator especial de la
ONU sobre la situación de los derechos humanos en los territorios palestinos
ocupados, presentó en marzo de 2022 un informe ante el Consejo de Derechos
Humanos en el que concluye que la situación en los Territorios Palestinos
Ocupados constituye APARTHEID.
Conflicto israelí-palestino
Una mujer palestina comprueba los daños
mientras camina entre los escombros frente a su casa en la ciudad de Gaza a
primera hora del 8 de agosto de 2022. © Mahmud HAMS / AFP vía Getty Images
Pero por mucho empeño que pongan las
autoridades israelíes y sus defensores a lo largo del mundo en deslegitimar las
denuncias de vulneraciones graves de derechos humanos, acusándolas de
antisemitismo y de complot internacional de difamación, no podrán ocultar nunca
la realidad. Una realidad que implica el desalojo forzoso de población
palestina y la demolición de sus viviendas; campañas de represión contra
organizaciones civiles palestinas acusadas de terrorismo; ataques ilegítimos
muy potencialmente constitutivos de crímenes de guerra y escaladas de ataques
contra la población palestina y sus bienes en toda la Cisjordania ocupada.
Por si fuera poco, el caso israelí encierra
una última y triste paradoja. Israel, que se enorgullece legítimamente de su
independencia, lleva a cabo muchas de las prácticas mencionadas en base al
Reglamento de Defensa (de Emergencia) de 1945, dictado por Gran Bretaña para
aplastar la resistencia a su gobierno cuando era la potencia colonial en la
región, y aún hoy en vigor.
La inestabilidad política del país, que ha
desembocado en el retorno de Benjamín Netanyahu al poder, histórico primer
ministro israelí que desempeñó un papel fundamental en el desarrollo y
consolidación del apartheid, no alimenta especialmente las esperanzas del fin
de los crímenes internacionales. Pero desde Amnistía Internacional seguiremos
trabajando. No vamos a descansar.
Para más información, visita nuestro Centro de
Documentación. Israel: Derriben el apartheid, no las viviendas palestinas.
AMNISTIA INTERNACIONAL Alejandro Gálvez.
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