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miércoles, 18 de marzo de 2015

si te enganchas pierdes libertad

2ªa –Corintios cap.5 Hoy tratamos aquí el tema de la conversión, que es el que se propone en esta carta de Pablo, Hay una voz pública que entre vosotros se cometen deshonestidades tales que no se oyen ni entre los gentiles, hasta llegar alguno a abusar de la mujer de su propio padre. Y con todo vosotros estáis hinchados de orgullo, y no os habéis, al contrario, entregado al llanto para que fuese quitado de ente vosotros quien ha cometido tal falta, por lo que a mi toca aunque ausente de ahí con el cuerpo, mas, presente en espíritu, he pronunciado esta sentencia en nombre de Jesucristo esta sentencia contra aquel que así pecó, en nombre de nuestro señor Jesucristo uniéndose con nosotros su espíritu, por el poder que he recibido de nuestro Señor Jesucristo, sea ese tal entregado a satanás y excomulgado… Fijaos en una cosa: la iglesia de Corinto inicialmente era una iglesia con muchos carismas, era una iglesia como que el Señor se había manifestado de una manera maravillosa, i como muy fiel, ¿no? Y parece que por los dones que Dios le había dado a esta comunidad, pues ella aceptó la soberbia, aceptó que era mérito suyo lo que hacían y así empezaron a decidir por su cuenta y empezaron a hacer cosas a lo humano de tal manera que si se hacían disparates como este que nos ha mencionado san Pablo no lo apartaban de la comunidad o no lo reprendían como lo tenían que haber hecho, no lo habían invitado a la conversión como tenían que haberlo hecho , y a que pidiera perdón a Dios y a los hermanos por su pecado público, que era del conocimiento de todos, de tal manera que hasta Pablo que estaba lejos, llegó a saber lo que ese hombre hacia incestuosamente. Esto es un peligro que tiene la iglesia, y en ella la renovación carismática también, peligro que tiene la iglesia porque en cuestión de sexualidad. ¡Cuántos sacerdotes y obispos ha tenido en este último siglo que han sido infieles en este tema, Abuso de menores etcétera! y es que nos llegamos a creer que nosotros tenemos autonomía espiritual y no la tenemos, dependemos totalmente del Señor, y no como el fariseo, sino como el publicano hemos de quedarnos detrás y decirle al Señor: Señor te pido perdón de mis pecados y así de pecados pequeños con los que se empieza cuando uno está en la pendiente de caída se empieza a no dar importancia a pecadillos pequeños hasta que va derivando hacia los de mayor importancia hasta que queda atado, condicionado, esclavizado por su pecado, esto es lo que nos puede pasar y es lo que ha pasado en la Iglesia, pero no vamos a buscar culpables sino lo único que reconocemos es la cualidad del hombre, lo débiles que nosotros somos y como a nosotros nos puede engañar el diablo , la carne, precisamente esta autonomía, esta soberbia, contraria a la humildad que hemos de tener ante el Señor, a pesar de todos los dones que el Señor nos dé, siendo que el Señor da dones a su iglesia, da ministerios, da carismas a su iglesia, y claro que nos da para que la iglesia progrese, pero siempre en lo más profundo de la humildad en cada uno de nosotros, que nos da el Señor don de sanación interior o don de sanación física, o nos da conocimiento del corazón de los demás, o nos da sabiduría , o nos da consejo nos da piedad, claro que el Señor nos da sus dones, porque así hace crecer la Iglesia, pero a la vez nosotros no podemos atribuirnos la propiedad de estos dones, porque entonces estamos ya en la pendiente, empieza en nosotros la soberbia de creernos aquello que no somos, de atribuirnos lo que es del Señor y no nuestro, ¿veis hermanos? aquí lo dice: y con todo vosotros estáis hinchados de orgullo, y no os habéis al contrario entregado al llanto para que fuese quitado de entre vosotros el que ha cometido tal maldad. Ojo que eso nos puede pasar y hemos de ser cautos, muy cautos para que no caigamos en tentación, en el padrenuestro bien se lo decimos al Señor que no permita que caigamos en tentación, pero con cuanta humildad, con cuanta convicción de corazón hemos de decirle al Señor que no permita que caigamos en tentación y además que sepamos perdonar como él perdona, nos sepamos perdonar a nosotros mismos i de que perdonemos las ofensas que a lo mejor recibimos aquí de familiares, amigos, o conocidos, de compañeros, si recibimos contrariedades de los demás, aleluya, porque el Señor permite que estas contrariedades nos afiancen en la humildad, si nosotros rechazamos estas contrariedades, nuestra humildad se desmonta, y no puede desmontarse la humildad, la humildad es una virtud que junto la pobreza nuestra, esta incapacidad que tenemos que hace que el Señor sea quien nos sostiene en todo, sostiene a su iglesia, hemos de saber reconocer esta incapacidad, hemos de obtener esta humildad, aquí nos pone en la taciturna que tenemos hoy en este rato de oración al considerar la muerte de Cristo, al considerar su descendimiento de la cruz, estamos considerando esa entrega grande de Jesús para nosotros, pero como Jesús es testimonio de la debilidad de la carne, y de nuestra propia debilidad , en Jesús una carne débil, capaz de morir y murió, entonces esa debilidad la tenemos nosotros pero es que además tenemos la debilidad ética o moral; así como Jesús fue firme hasta el final en sus convicciones, en su amor y en su relación con el Padre, yo y el padre somos uno dijo, pues nosotros no, nosotros recibimos de Cristo y de su Espíritu la fortaleza para resistir a las tentaciones, la fortaleza para tener el discernimiento, de evitar cualquier venganza, cualquier disgusto respecto a nuestros familiares a nuestros compañeros; todas esas cosas son cosas que a nosotros nos afianzan en la humildad en la pobreza en saber aceptar la vida como nos viene. Tanto cuanto hay rebeldía en nosotros nos va apartando del Señor. ¿Qué rebeldía hubo en Jesús en toda su vida? ¿Alguna rebeldía somos capaces de reconocer? Dirás: Cuando sacó los cambistas del templo. No fue por rebeldía, sino fue movido por el Espíritu para darnos una lección de que las cosas de Dios son las cosas de Dios y las cosas de los hombres son las cosas de los hombres, es como aquello de la moneda, es del Cesar, y dad al cesar lo que es del cesar y dad a Dios lo que es de Dios, este es el principio que Jesús manifiesta en las cosas y no otro, seamos fieles al Señor y mantengamos esa humidad, esa pobreza, las bienaventuranzas ¿Qué nos dicen las bienaventuranzas? bienaventurados los pobres, los humildes, los mansos, los que sufren por la justicia, pero no los justicieros, nos habla de que seamos resignados en la injusticia que trabajemos para que haya justicia pero sin venganza, Actualmente se están dando en el mundo entre los cristianos centenares de mártires, estamos en un siglo que los mártires son muy abundantes y día habrá en que serán canonizados en que serán reconocidos como mártires. Los mártires son los que aceptan la contrariedad, de morir por Cristo, y no vengarse, ni volverse contra los asesinos que los matan. Permitidme presentaros esos 21 coptos víctimas de la ajicat con vestido naranja, de rodillas todos en fila uno al lado del otro esperando la decapitación, con los asesinos detrás empuñando el arma asesina, hubiera podido haber rebelión una lucha fuerte, pero no la hubo y murieron, murieron como mártires; aceptaron las circunstancias que les llevó a la muerte. Todos nosotros hemos de saber exponernos a los riesgos hasta las últimas consecuencias, riesgos por la fe por las bienaventuranzas. Hagamos una reflexión sobre las bienaventuranzas cada uno en particular y veamos hasta qué punto han penetrado en nuestro interior, nuestra alma , nuestro quehacer diario, hasta qué punto hay rebeldía hay disgusto respecto de las intervenciones de otras personas en nuestro ámbito hasta qué punto nos afianzamos en nuestros derechos, y criticamos y decimos “No hay derecho”, hasta qué punto tenemos aceptación de las cosas como van , y además somos agradecidos a Dios por aquello que es contrariedad, que al mismo tiempo nos afianza en la virtud, creo que este texto de san Pablo nos está dando esta lección acudir a Jesús ,a las bienaventuranzas, en una actitud de profunda humildad para que delante el Señor, como el publicano sepamos pedir perdón en cada una de nuestros deslices, y vamos avanzando en la línea de la virtud, de la fidelidad a Dios, de la obediencia a Dios que es la que nos da desahogo, libertad, gozo, alegría, saber compartir, nos llena de amor de Dios.

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